En tiempos de actualización curricular… unas líneas sobre educación y desarrollo personal

En tiempos de actualización curricular [1] y de reflexión sobre las aspiraciones de los estudiantes [2], compartimos con ustedes unas líneas sobre que, lo que hemos observado, es la esencia del proceso educativo. Nos referimos a la transformación personal.

Cuando un estudiante ingresa a un programa educativo, no sólo se enfrenta a nuevos conceptos y desafíos académicos; se enfrenta, ante todo, a sí mismo. Hay miedos que afloran, ansiedad ante las expectativas propias y ajenas, prejuicios al interactuar con compañeros de diversos orígenes y perspectivas, y la lista podría seguir.

El verdadero aprendizaje ocurre cuando un estudiante se atreve a cuestionar sus patrones de pensamiento arraigados, cuando aprende a gestionar sus emociones en situaciones de estrés, cuando desarrolla la empatía necesaria para trabajar en equipo. Es en estos momentos cuando la educación y el desarrollo personal se funden en un proceso único e inseparable. Como educadores, tenemos la responsabilidad de crear espacios que fomenten este crecimiento integral. Esto implica diseñar experiencias de aprendizaje que desafíen a los estudiantes a salir de su zona de confort, que los inviten a reflexionar sobre sus propias limitaciones y a trabajar conscientemente en superarlas.

No se trata de diluir los límites entre educación y terapia, sino de comprender que el aprendizaje significativo siempre conlleva un elemento de transformación personal. Cuando un estudiante aprende a programar, no sólo está adquiriendo una habilidad técnica; está desarrollando paciencia, resiliencia y capacidad de resolución de problemas. Cuando participa en un proyecto grupal, no sólo está aplicando conocimientos; está aprendiendo a comunicarse efectivamente, a negociar y a liderar.

Este enfoque integral de la educación requiere, por supuesto, un cambio de paradigma. Implica que como instituciones educativas nos comprometamos no sólo con la excelencia académica, sino también con el bienestar y el desarrollo holístico de nuestros estudiantes. Significa crear culturas de aprendizaje donde el error sea visto como una oportunidad de crecimiento, donde la diversidad sea celebrada como fuente de enriquecimiento mutuo, y donde cada logro académico sea reconocido también como un triunfo personal.

Es crucial que ampliemos nuestra visión más allá de la mera acumulación de capital humano. Debemos aspirar a una educación que no sólo prepare para el trabajo, sino que expanda las capacidades de nuestros estudiantes para llevar vidas plenas y significativas. Esta idea, lejos de ser nueva, encuentra eco en las reflexiones de pedagogos pioneros y se alinea con enfoques contemporáneos que buscan reconciliar el desarrollo personal con las demandas de un mundo en constante cambio.

El desafío es importante y nos exige no sólo dedicar tiempo a pensar qué es prioritario aprender y desarrollar (es decir, la actualización curricular), sino cuál es nuestra cultura y cuáles son nuestras prácticas pedagógicas. En este sentido, rescatamos el valor de los pequeños gestos. Por ejemplo, terminar cada sesión de trabajo con una reflexión sobre lo vivido, sobre aquello que a los estudiantes les resuena, lo que ellos y ellas harían diferente, lo que les gustaría conocer mejor… En fin, invitando a vincularse personalmente con la experiencia educativa vivida.


[1] Atentos al proceso de consulta ciudadana asociado.

[2] ¿Leyeron “Por una buena vida. Aspiraciones de Estudiantes de Educación Técnico Profesional en Chile”? Por el momento se puede acceder al resumen ejecutivo del estudio. MINEDUC. Universidad de Chile. Facultad de Ciencias Sociales. Núcleo de Acción Investigación en Juventudes.



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Author: Alejandra Villarzú
Directora Ejecutiva Espacio TP / Consultora

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