Formación de personas: una misión central de las universidades

Las universidades e instituciones de educación superior tienen diversas funciones que incluyen la formación de personas, la investigación y creación, y la vinculación con el medio. Aquí me quiero referir en particular a la necesidad de poner énfasis en la formación de personas que puedan aportar a mejorar la vida en sociedad.

El Cardenal Newman en su libro “La idea de universidad” indica la necesidad de que la formación de personas esté en consonancia con los tiempos que les toca vivir. Algunos de los grandes desafíos que tenemos hoy como sociedad son: poder restablecer la confianza, mejorar la convivencia y cohesión social, y fortalecer la educación democrática y ciudadana de las personas. Por ello es que la formación de personas en las instituciones de educación superior debe estar enfocada a aportar a dichos desafíos.

La confianza es el ambiente necesario para el correcto funcionamiento de la sociedad. Todas las encuestas hoy nos muestran los altos grados de desconfianza en las instituciones, así como también en las personas. Al respecto, la reciente encuesta Bicentenario UC nos señala que sólo el 20% de los encuestados indica que se puede confiar en la mayor parte de las personas. ¿Qué podemos hacer para mejorar la confianza?

Las faltas a la ética son uno de los principales motivos de la pérdida de confianza. Por ello Adela Cortina, la experta española en filosofía moral, nos dice que para recuperar la confianza se requiere revitalizar éticamente a las profesiones. Por otra parte, es sabido que la ética ayuda a construir confianza, ya que las personas confiarán si ven que otros individuos o instituciones actúan de manera consistente sobre la base de ciertos principios y valores éticos. Esta relación entre ética y confianza ha sido demostrada empíricamente al observar que una mayor percepción de confianza se correlaciona con una mayor percepción de conductas éticas.

Por ello las universidades deben enfatizar la importancia de la formación ética de las personas tanto en aspectos relacionados con las respectivas profesiones, así como en aquellos temas relacionados con un comportamiento ético en nuestras acciones ciudadanas. En la UC hemos creado el Instituto de Éticas Aplicadas, que entre sus objetivos tiene el de instalar el hábito del discernimiento ético. Aunque sabemos que el desafío es grande, aspiramos a que los egresados y miembros de la comunidad UC tengan el hábito de una reflexión ética que ilumine sus acciones frente a las decisiones que deben tomar en su quehacer diario.

En relación a la convivencia la universidad debe ser uno de los lugares en que las personas experimenten y aprendan una vida de convivencia y diálogo, para combatir la polarización y la fragmentación social. Por esto aún resuenan las palabras del Papa Francisco, quien en su visita del año 2018 nos pidió hacer «de la universidad un espacio privilegiado para practicar la gramática del diálogo que forma encuentro». Para lograr este objetivo es necesario, aunque no suficiente, construir comunidades universitarias diversas y plurales, así la universidad podrá ser el laboratorio ideal para aprender la gramática del diálogo, y contribuir a la cohesión social. De esta forma se podrá promover y desarrollar la formación de personas empáticas, solidarias, inclusivas, respetuosas, y que promueven la gratuidad, la equidad de género, el diálogo intergeneracional, la tolerancia activa, y la sustentabilidad, entre otras cualidades que sin duda ayudarían a mejorar la convivencia social.

Finalmente cabe señalar que hoy día más que nunca se requiere tener ciudadanos formados en los valores democráticos y en la defensa de los derechos humanos. En especial, como señala el filósofo de Harvard Michel Sandel, “los peligros de la desinformación hacen necesario formar a los jóvenes en el pensamiento crítico que implica desarrollar las capacidades de argumentar, deliberar y razonar más allá de sus desacuerdos”. El paso por la universidad debe ser una oportunidad para formarse como ciudadanos de forma de poder fortalecer y cuidar la democracia.

En conclusión, para cumplir su misión las universidades deben formar personas y ciudadanos con los valores descritos, esto es con la capacidad de discernimiento ético, con una actitud abierta al diálogo y la tolerancia, y con una sólida formación democrática. De esta forma sus graduados serán su principal aporte a lo público ya que permitirán avanzar en un desarrollo humano integral y en la construcción de una sociedad más justa.



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Author: Dr. Juan Larraín C.
Director Instituto de Éticas Aplicadas Pontificia Universidad Católica de Chile

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