TDAH y educación superior: cuando una mente que lo percibe todo encuentra su lugar
- abril 7, 2025
- Posted by: Alejandra Villarzú
- Categoría: Columna, DOCENCIA

Columnas AEQUALIS 05. Abril 2025
Alejandra Villarzú,
Directora Ejecutiva Espacio TP,
Consultora.
Laura entra al café donde quedó de juntarse con una amiga. En cuestión de segundos, su mente registra decenas de detalles que para otros pasarían desapercibidos: la pareja en la mesa junto a la ventana está en medio de una discusión contenida −él tamborilea nerviosamente los dedos mientras ella revuelve su café ya frío−; en la barra, un barista prepara tres pedidos a la vez mientras tararea inconscientemente la melodía de Radiohead que suena de fondo; al fondo del local, una estudiante lucha por concentrarse en su laptop mientras muerde un lápiz. Laura nota el aroma particular de los granos recién molidos, el contraste entre la luz natural que entra por los ventanales y la calidez de las lámparas vintage, el ritmo desincronizado de las conversaciones. Es como si su cerebro fuera una cámara con un lente gran angular, capturando cada detalle de la escena en alta definición.
Esta capacidad de percepción expandida, esta atención que abarca todo el espectro de lo que sucede alrededor, es uno de los “superpoderes” que muchas personas TDAH comparten. Es una forma particular de experimentar el mundo, donde la mente está constantemente procesando una cantidad extraordinaria de información. Y no es el único don: la creatividad desbordante, la capacidad de establecer conexiones inesperadas entre ideas aparentemente dispares, la intensidad emocional que permite una empatía profunda, el hiperfoco que puede llevar a niveles extraordinarios de productividad en temas que apasionan… son todas características que hacen única a la mente TDAH.
Sin embargo, nuestro sistema educativo tradicional rara vez está preparado para aprovechar estas capacidades especiales. De hecho, el término mismo “Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad” refleja una visión sesgada y reduccionista. No estamos ante un “déficit” de atención, sino ante una forma diferente de atender al mundo. Lo que realmente distingue a las personas TDAH son las diferencias en sus funciones ejecutivas: esas habilidades cerebrales que nos permiten organizarnos, planificar, regular nuestras emociones y mantener información en nuestra memoria de trabajo.
A nivel cerebral, estas diferencias tienen que ver con variaciones en los neurotransmisores, particularmente la dopamina y la noradrenalina. Es como si el cerebro TDAH funcionara con un sistema operativo distinto −no mejor ni peor, sólo diferente. Y aquí es donde el diagnóstico profesional juega un papel transformador. Cuando un psicólogo o psiquiatra identifica el TDAH, no está poniendo una etiqueta: está abriendo la puerta a una comprensión profunda de uno mismo. Es como si toda la vida hubieras estado tratando de leer un mapa en otro idioma y, de repente, alguien te ofrece la traducción. Patrones de comportamiento que parecían inexplicables comienzan a tener sentido; experiencias que generaban frustración encuentran contexto.
El diagnóstico también permite acceder a herramientas concretas de apoyo. Los medicamentos, cuando la persona decide utilizarlos, pueden actuar como un optimizador del sistema nervioso, facilitando las conexiones que apoyan el funcionamiento ejecutivo. Pero más allá de la medicación, el diagnóstico proporciona algo igualmente valioso: la validación de una experiencia vivida y la posibilidad de conectar con una comunidad que comparte desafíos y estrategias similares.
Esta comprensión es especialmente relevante cuando pensamos en las experiencias educativas. Demasiadas personas TDAH han pasado años escuchando que “no se esfuerzan lo suficiente” o que “podrían hacerlo mejor si prestaran más atención”, sin entender que su cerebro simplemente procesa la información de manera diferente. Estas experiencias pueden dejar cicatrices emocionales profundas, afectando la autoestima y la confianza en las propias capacidades.
En el contexto educativo, los docentes tienen un papel crucial: crear ambientes de aprendizaje que apoyen a todos sus estudiantes. Esto implica reconocer que algunos podrían beneficiarse enormemente de técnicas específicas: dividir las tareas complejas en pasos más pequeños y manejables, ofrecer múltiples formas de presentar la información, permitir breves pausas de movimiento, utilizar recordatorios visuales y establecer rutinas claras pero flexibles.
También es fundamental incorporar los puntos fuertes típicamente asociados al TDAH en el proceso de aprendizaje. Por ejemplo, aprovechar la creatividad natural y la capacidad de pensamiento divergente en proyectos abiertos, o utilizar el hiperfoco como una ventaja en proyectos apasionantes. Un estudiante que parece “distraído” en una clase tradicional podría destacar brillantemente en un proyecto práctico que conecte con sus intereses.
Las instituciones de educación superior tienen la oportunidad −y la responsabilidad− de crear espacios donde estas mentes brillantes y diferentes puedan florecer. No se trata solo de hacer “adaptaciones”, sino de reconocer y celebrar la neurodiversidad como una fuente de riqueza y creatividad en nuestras aulas.
¿Es posible construir un sistema educativo que no solo tolere, sino que verdaderamente aprecie y potencie estas formas diferentes de pensar y aprender? Desde EspacioTP creemos que no solo es posible, sino absolutamente necesario.