Profesores para Chile
junio 02, 2022

(Luz María Budge, Presidenta Consejo Nacional de Educación). – Desde hace varios años venimos percibiendo una profunda preocupación por la calidad de la educación que reciben los niños chilenos y las necesidades pedagógicas que ellos requieren. Sin pretender hacer una cronología de los problemas parece prudente recordar algunas iniciativas y acciones referidas a esta preocupación.

Hace más de 15 años Michael Barber nos hizo ver que, tras muchos estudios, había algunas conclusiones certeras respecto de políticas públicas que favorecieran calidad. Una de ellas era atraer alumnos talentosos a estudiar Pedagogía, mostrar a estos alumnos que era una carrera de servicio que a la vez les permitiría ser agentes de cambio, impactar a la sociedad y lograr desarrollo profesional.

Nuestro país tomó el punto y se dio la partida a acciones concretas tales como que sólo podrían ser las universidades la que impartieran las carreras de Pedagogía y sólo podrían existir carreras acreditadas, primero por Agencias y más adelante por la CNA. A la vez, los estándares de acreditación se hicieron más exigentes y forzaron a que hubiera mayor cantidad y mejores prácticas, que aumentara la investigación y que se trabajara la coherencia de las mallas con los perfiles de ingreso y egreso.

Se analizó la experiencia de países que habían dado impulsos a sus sistemas educacionales y se veía, en común, que ingresaba a Pedagogía el tercio superior de los exámenes de ingreso a las universidades. Así fue que, revisando esa estrategia, se decidiera aumentar las exigencias de ingreso generando una escala hasta alcanzar los 550 puntos PSU como puntaje de corte.

En paralelo, se trabajó en la construcción de una carrera docente que haría más motivador el desarrollo profesional y, por consiguiente, las remuneraciones, un estímulo a la retención de los mejores en la sala de clases. Se puso también un mayor foco en la distribución de la jornada laboral de manera que ésta fuera real y acorde a las necesidades de los alumnos, aumentó la proporcionalidad de las horas no lectivas. O sea, se cuidaron las condiciones laborales.

Podría nombrarse muchas más iniciativas como, por ejemplo, mentores para ayudar a la inducción laboral, evaluaciones de aprendizaje y competencias a los estudiantes de pedagogía, apoyo en los procesos de carrera docente, digitalización de materiales y recursos para casi todas las asignaturas y niveles, módulos de capacitación gratuitos, etc.

Aun así, nuestro déficit de profesores aumenta cada año y se hace aún más dramático en algunas regiones del país y en algunas asignaturas del área de las ciencias.

¿Qué nos queda por hacer?

Tal vez pensar en carreras más enfocadas a las habilidades que a los conocimientos, más vinculadas a la tecnología y articuladas a otras carreras de manera que sean desafíos interdisciplinarios más estimulantes, abrir espacios en metodologías más acordes con los intereses de los alumnos tales como Diseño de Pensamiento, Aprendizaje basado en Proyectos, Resolución de problemas, Ecosistemas de aprendizaje, entre otros, y seguramente tendremos que pensar en modelos de Programas de Formación Pedagógica para Profesionales de otras disciplinas especialmente en regiones extremas. Los recursos del Estado son limitados pero la innovación en educación debiera ser ilimitada y, frente a una crisis como la que enfrentaremos, debemos ser capaces de pensar fuera de la caja y poniendo las necesidades de nuestros niños como único norte.