Postgrado: crecimiento y autorregulación
marzo 26, 2020

El posgrado en Chile es una realidad en desarrollo. Hace 10 años la matrícula total ascendía a 28.357 estudiantes, hoy esta se sitúa en los 48.396 estudiantes, un 71% de crecimiento en diez años. De la oferta de postgrado el magíster es el que representa la mayor proporción de la matrícula, un 87,5%. Sin embargo, la obligatoriedad de la acreditación es tan solo en doctorados. En el caso de los magister solo voluntaria.

El amplio desarrollo de la educación superior que ha tenido Chile, con foco en la formación de pregrado, es la antesala para un posterior desarrollo de las especializaciones, por ello es esperable que la matrícula total de postgrado siga un firme proceso de expansión. Un reporte 2019 de la OCDE señala que “En promedio en toda la OCDE, el 14% de los adultos posee un título de maestría o doctorado. En Estonia, Luxemburgo, Polonia, la Federación de Rusia, la República Eslovaca y Suiza, la proporción supera el 20%, mientras que solo ronda el 2% en Argentina, Brasil, China, Chile, Costa Rica, Indonesia, México, Arabia Saudita, Sudáfrica y Turquía». La brecha es evidente.

En este contexto, uno de los desafíos país es la autorregulación, de tal modo de asegurar calidad en la oferta de programas de magíster. El desafío de las instituciones en la gestión de sus programas de magíster es avanzar, aceleradamente, en la instalación de mecanismos de aseguramiento de la calidad. La gestión integral de un programa de magíster requiere que diversos ámbitos estén siendo observados y mejorados. Me detendré en cinco de ellos: política institucional, claustro académico; admisión; plan de estudios; graduación y seguimiento de egresados.

La política institucional de postgrado es la orientación principal que otorga el marco de acción para el diseño, implementación, evaluación y mejora de la oferta. Sitúa el trabajo y establece las orientaciones estratégicas para un desarrollo académico sustentable de la oferta. Es el marco de acción y la identidad que tendrá la oferta de postgrado en cada institución.

El claustro académico, sus cualificaciones, producción intelectual, tanto en investigación-creación-innovación como en el ámbito docente, permiten evaluar la calidad de un programa. Es en el cuerpo académico donde recae una de las funciones principales del proceso formativo. Ellos son responsables de la estrategia para la enseñanza-aprendizaje y la verificación de los aprendizajes.

La admisión, por su parte, establece las condiciones de entrada para los estudiantes y es clave para el cumplimiento de la promesa formativa. Requisitos legales, perfil de ingreso, reconocimiento de aprendizajes previos y homologación, etc. Con mecanismos formales de admisión, idealmente con postulación y selección, se aumentan los grados de autorregulación de un programa.

El plan de estudios, también, es un factor clave, pues en él se expresa la promesa formativa del perfil de egreso. Los focos de acción deben estar en, al menos, 3 elementos: (i) coherencia entre el perfil de egreso y el plan de estudios; (ii) pertinencia del plan con el estado del arte de las disciplinas de base, con los requerimientos y desafíos de las empresas y organizaciones donde se desenvolverán los postgraduados; con las políticas públicas, así como con las necesidades de los egresados y, finalmente, (iii) monitoreo y verificación del cumplimiento del perfil de egreso.

La graduación es el hito evaluativo final para que un postgraduado evidencie el logro del perfil de egreso y, a su vez, para que los académicos lo verifiquen. Tesis o actividad formativa equivalente debe ser en sí mismo un mecanismo de aseguramiento de la calidad. Esto exige instrumentos evaluativos como rúbricas, listas de cotejo, etc. que permitan al profesor verificar y al estudiante saber qué es lo que debe evidenciar.

Finalmente, el seguimiento de los egresados es un factor de la calidad, por su potencial de retroalimentación. Conocer su movilidad y/o su posición, su trayectoria laboral, así como su retroalimentación al proceso formativo, son componentes claves que un programa debe conocer y gestionar, para la mejora continua.

Cada institución debe disponer de las condiciones para diseñar, implementar, adecuar, evaluar y mejorar su oferta de programas de magíster. Esto constituye la base para la autorregulación. Esta, a su vez, representa la etapa interna del aseguramiento de la calidad, absolutamente necesaria y esencial. La etapa externa o evaluación externa de la calidad será desarrollada en la acreditación integrada, tal como lo establece la Ley 21.091 del año 2018. En todo caso, la mejor estrategia es comenzar, desde ya, por la etapa uno, es decir, la autorregulación.