Las lecciones que nos dejó el año 2020 desde la perspectiva de una universidad regional
abril 10, 2021

Qué duda cabe, el año 2020 fue un año donde la incertidumbre se apoderó del país y de cada una de las organizaciones que funcionan en él. Esta realidad que puso sobre la mesa la capacidad de toda la población y las instituciones de adecuarse a esta circunstancia y buscar hacer el camino que para el año estaba trazado, dejó en evidencia carencias, diferencias, pero también fue y sigue siendo una experiencia de desafíos para el presente y para el futuro.

Una de las grandes evidencias de 2020, en contexto de pandemia y de disgusto social, ha sido, nuevamente constatar la gran diferencia, las grandes injusticias que existen en la población nacional mirada en su totalidad. Mucho se ha discutido de las posibilidades que este tiempo ha generado para el desarrollo tecnológico, la innovación, la virtualidad como herramienta para el desarrollo, el aprendizaje, incluso para la internacionalización. Sin embargo, la posibilidad de hacer el camino más o menos cercano a los objetivos trazados durante el año 2020, necesitaba de un recurso tecnológico que no estuvo y no está al alcance de todos como es el acceso eficiente y continuo a internet. Una cosa es contar con un plan para el uso habitual y acostumbrado y, otra, es haber contado con un respaldo adecuado para sostener el tráfico de datos que implica sostener una clase, una conversación por las plataformas que se multiplicaron durante el año.

La gran diferencia territorial al acceso de este bien, que hoy aparece como esencial, dejó de manifiesto, nuevamente, las grandes brechas de oportunidades que existen en nuestro país. Muchos fueron los ejemplos de abnegados compatriotas, muchos profesores en ello, que fueron el eslabón que unió al más distanciado en esta cadena, muchos tuvieron que caminar, crear iniciativas para acudir a los lugares donde la señal era esquiva o simplemente no existía. Aplaudimos, así como hemos aplaudido al personal de salud y -en buena hora que ese esfuerzo se reconozca- la resiliencia de aquellos que asumiendo la brecha, buscan el camino para lograr alcanzar al otro. Pero la brecha está, continúa y continuará existiendo a menos que, al igual que muchas otras brechas o injusticias, se tomen en serio y busquemos como país reducirlas al máximo.

Todas las grandes oportunidades que esta gran tragedia deja o todos los avances de los que se habla y de los que se sueña a nivel tecnológico, no pueden obnubilar nuestra mirada y terminar por invisibilizar nuevamente, las grandes diferencias entre unos y otros. Tal vez este es uno de los grandes desafíos, es decir, seguir creciendo, seguir innovando, sin duda como motor para el desarrollo de la nación, pero sin descuidar, sin olvidar que no todos los chilenos, no todos los ciudadanos del mundo pueden acceder a ello.

Los desafíos estructurales y de política pública son sustantivos, así como una nueva manera de pensar el territorio y las relaciones ciudadanas. Si hay un aprendizaje del año 2020 es que, si no somos capaces de actuar solidariamente, de dejar entre paréntesis nuestros propios y muchas veces legítimos intereses, por permitir el desarrollo de otros, buscando la transformación a través del diálogo crítico y constructivo, no estaremos en condiciones, todos, de enfrentar nuevas pandemias, nuevos estallidos. Cada una de nuestras organizaciones en este año 2021, tiene un deber ético de trabajar por el servicio, el bien común y hacia el beneficio de la comunidad, con el máximo de los esfuerzos y exigencias en calidad para, de ese modo favorecer a toda la población de norte a sur de nuestro querido país.