La dimensión oculta
septiembre 26, 2023
Columnas AEQUALIS. 021. Septiembre 2023

Mauricio Berríos Rodas.
Sociólogo, Magíster en Gobierno y Políticas Públicas.

Las áreas de evaluación cumplieron una etapa en la verificación de la calidad del sistema de educación superior chileno. La mayoría de las instituciones buscaron la acreditación en las áreas mínimas de gestión institucional y docencia de pregrado. En octubre debutarán las cinco dimensiones de evaluación establecidas en la ley de educación superior. Sus definiciones, así como la formulación de criterios y estándares son una actualización necesaria de contenidos, configuraciones y posibilidades.

En el proceso de acreditación institucional es posible reconocer tres hitos relevantes: i) el proceso de autoevaluación institucional que realiza cada una de las Instituciones de Educación Superior (IES); ii) la visita de los pares evaluadores externos, y iii) la decisión de la Comisión Nacional de Acreditación (CNA) mediante una resolución. A propósito de la puesta en marcha de las nuevas dimensiones, el interés de esta columna es abrir la reflexión sobre la dimensión oculta que subyace a los hitos relevantes del proceso de acreditación.

Las perspectivas de calidad que predominan en nuestro sistema de educación superior son la excelencia y la adecuación de propósitos. La calidad como un equivalente a la excelencia, está referida al logro de un estándar alto y comprende el “hacer las cosas bien” con “cero errores”. La calidad como adecuación de los propósitos refiere a la capacidad de la institución para responder al cumplimiento de su misión y propósitos internos, así como a las expectativas externas. Es una concepción comúnmente aceptada, pues combina identidad institucional y respuesta pertinente a exigencias externas.

La preparación de las IES durante un proceso de acreditación tiene en consideración ambas perspectivas. También pone en juego un “ethos” institucional y las características culturales propias de nuestra idiosincrasia. “Todos queremos salir bien en la foto”. Las interrogantes por lo que nos preguntarán los pares evaluadores; las posibles interpretaciones acerca de los resultados obtenidos y los énfasis que podría efectuar CNA al respecto; así como la rememoración del proceso de acreditación anterior, si es que hubo, y su expresión en planes de mejora configuran el animado debate interno en cada IES. ¿Cómo se asegura que ese debate interno sea de calidad? Esa es una dimensión oculta y que atañe a las propias IES. Hay mucho en juego en una acreditación y una observación recurrente en las resoluciones de acreditación de CNA es que los informes de autoevaluación son descriptivos y carecen de análisis crítico. El debate interno de la calidad que desarrolla cada IES tiene sus propias dinámicas y límites, en muchos casos, supone juegos de poder, conflictos internos sobre las prioridades, mecanismos de mejoramiento y en general, diferencias en las concepciones. Hay intereses disputándose en el campo docente, administrativo y directivo; algunas variables asumen un mayor peso en el debate, como, por ejemplo, la manera de entender la calidad de la docencia, el bienestar estudiantil, la sustentabilidad financiera, y/o de pensar el desarrollo institucional.

¿Cómo buscamos y encontramos el equilibrio entre la autonomía institucional y el aseguramiento de la calidad, teniendo en cuenta que se pide ser más autocrítico y, al mismo tiempo, hay recelo de “revelar” los desafíos mayores, sobre todo si es que la IES no cuenta con los recursos y/o no tiene un plan para abordarlos en el corto plazo.

Una segunda dimensión oculta está dada por el trabajo de los pares evaluadores: ¿Cómo distinguir la validez del juicio de un par evaluador? ¿Cuánto pesan sus propios sesgos perceptivos? o ¿Hasta dónde influyen en la mirada evaluadora posibles rivalidades entre determinadas instituciones? por ejemplo: ante la afirmación: “los mecanismos de aseguramiento de la calidad no han alcanzado la madurez suficiente” también podría decirse “los mecanismos de aseguramiento de la calidad son incipientes”. ¿Cuánta interpretación y tendencia logra identificarse en un “juicio objetivo”? ¿Cómo despejar estas interrogantes? Asistimos a un proceso que no puede eludir una dimensión de subjetividad, pero cuya pretensión está en alcanzar una mayor objetividad como un par evaluador, es decir, como un igual, un similar o equivalente. La calidad del par evaluador es un aspecto crítico para el proceso, en algunas ocasiones, se oscila entre la fiscalización y el acompañamiento.

Una tercera idea es que, si bien “los pares evaluadores son los ojos y oídos de la CNA, su opinión no es vinculante”. Esta dimensión oculta nos sitúa en el análisis que llevan a cabo los comisionados. La transparencia y la publicación oportuna de los fundamentos y el razonamiento que los sustenta es vital.

Conocer los análisis que surgen de la discusión, los fundamentos y hechos que apoyan los juicios es un aspecto determinante, así como también lo es la capacidad de recurrir por desacuerdo por parte de la institución. ¿Cómo sería una instancia conjunta de los equipos de acreditación de una IES, junto con los pares evaluadores y la Comisión? Más allá de los documentos que se acompañan, interesa conocer el diálogo que se está dando, los énfasis y las orientaciones que surgen de las distintas posiciones que configuran la CNA y cómo éstas logran contribuir a promover la calidad institucional. Una de las críticas al proceso de acreditación es que las instituciones realizan un gran esfuerzo por levantar y evidenciar mucha información, que no siempre se traduce en orientaciones sustantivas para las IES, ni para el sistema de educación superior, en una lógica de desarrollo país con profundidades estratégicas.

Por otra parte, es clave tener en cuenta las características propias y los recursos de cada IES. El arancel de los procesos de acreditación debería cautelar sobre todo a las IES más pequeñas y de carácter regional-local. No debiera ser un impedimento el arancel para que se siga adelante con un proceso de autoevaluación.

El modo en que pensamos el proceso de acreditación, más allá de las dimensiones, criterios y estándares oficiales, tiene también una dimensión oculta que se vivencia ampliamente por múltiples actores y desde distintas posiciones.  La confianza es clave para favorecer una reflexión crítica y ética, y para acoger capacidades y competencias abiertas al cambio en pro de la calidad. La fe que genere el proceso, en sus diferentes momentos, sin duda influirá en su fortalecimiento. Mucho se juega en la apertura a considerar que la dimensión oculta juega un rol y tiene un peso.