Bartleby y la Cuarta Revolución Industrial
septiembre 30, 2019

A dos años de haber culminado su novela Moby Dick (1851), Herman Melville, entregó su notable cuento Bartleby, el escribiente (1853). Bartleby trabajaba de amanuense, esto es, una persona que tiene por oficio escribir a mano, copiando escritos ajenos, en este caso judiciales: era un copista judicial. Hoy no se conoce dicho oficio. Es entendible, porque ese trabajo -el de amanuense- dejó de existir hace muchísimo tiempo y quienes lo ejercían debieron buscar nuevas alternativas de empleo, aprender nuevas habilidades, dominar nuevas tecnologías.

Hoy vivimos la Cuarta Revolución Industrial (4IR), la que amenaza transformar el mercado laboral. El World Economic Forum (WEF) declaró el inicio de la 4IR en 2016. Formamos parte de los albores de esta extraordinaria revolución. Mucho hay escrito al respecto. La predicción realizada por Frey y Osborne en el año 2013 y publicado en 2017[1] concluyó que el 47% del empleo total de EEUU estaba en la categoría de ocupaciones potencialmente automatizables en un periodo de tiempo no especificado. Luego de ese artículo muchos le han seguido, con conclusiones incluso más preocupantes, como veremos.

Me quiero centrar en dos publicaciones. La primera es de PwC[2] del año 2018. Comienza afirmando que la inteligencia artificial, la robótica y otras formas de “automatización inteligente” podrían llegar a contribuir en aproximadamente el 14% del PIB mundial al año 2030. Afirma que, contrariamente a algunas predicciones, la automatización provocará un masivo desempleo tecnológico a 2030, mayor al ocurrido en cualquier década anterior desde que la revolución digital comenzó. Los trabajos que potencialmente podrían ser automatizados a ese año varían ampliamente de país en país: desde un 20% en Finlandia y Corea del Sur a un 44% en Eslovaquia. Consigna que los trabajadores más educados y competentes estarán, en promedio, mejor preparados para ajustarse a las nuevas tecnologías, aunque no especifica qué entiende por “educados y competentes”. Interpela a los gobiernos, empleadores e instituciones de educación superior a trabajar en conjunto para identificar las habilidades que se requiere desarrollar, aumentado el foco en la educación vocacional. Por cierto, afirma con claridad que los trabajadores también requieren asumir la responsabilidad por su aprendizaje a lo largo de toda la vida y el desarrollo de su carrera, pero el gobierno y los empleadores deben apoyarlos para alcanzar estas metas.

La segunda se trata de un trabajo de McKinsey[3], más optimista que la anterior. Plantea que la inteligencia artificial y los robots no van a reemplazar las distintas ocupaciones humanas en un 100%, sino que lo harán en algunas labores integradas a dichas ocupaciones. Ellos categorizan dichas actividades en 7, estas son: administración y desarrollo de personas, toma de decisiones en base a la experiencia, trabajo que requiere relaciones interpersonales, trabajo físico y operación de equipos en ambientes impredecibles, captura de datos, procesamiento de datos y trabajo físico en actividades y operación de máquinas en ambientes predecibles. De acuerdo a su predicción, el trabajo físico operando equipos en ambientes predecibles en el sector servicio y alojamiento es el más susceptible de ser reemplazado por máquinas. Concluye que todo trabajo humano contiene actividades impredecibles, especializadas o interactivas, de manera que solo el 5% de las profesiones será reemplazado en su totalidad. Cerca del 60% de las ocupaciones presentarían al menos un 30% de sus actividades automatizables.

También han aparecido libros. Destaco el último del superventas Yuval Noah Harari[4] y el de Andrés Oppenheimer[5]. Harari nos ofrece una mirada del presente y las principales fuerzas que están afectando la vida de todos nosotros y que ponen en cuestión el sentido de la vida. Oppenheimer, por su parte, en su libro-reportaje, luego de innumerables entrevistas plantea los cambios que la automatización provocará en el futuro del trabajo. Ambos libros entretenidos.

Sea cual sea el estudio que se revise, en lo que existe un claro consenso es en que las máquinas reemplazarán algunas actividades humanas en el futuro. En consecuencia, afirma Sang Yun Kim[6], debemos aceptar que tendremos que coexistir con máquinas, adaptarnos al cambio y evolucionar.

Todas las revoluciones industriales han tenido en común que fueron acompañadas por la preocupación por la eventual pérdida del empleo. Sin embargo, creo que hay que estar optimistas, la historia ha demostrado que, si bien es cierto, al igual que el empleo de Bartleby, muchos se perdieron, fueron más los que se crearon. La incorporación de la tecnología y sus avances han tenido como objetivo mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Lo mismo pasa con la 4IR. A pesar de los pronósticos preocupantes, pienso que es más prudente ocuparnos para que todas las personas logren ajustarse a esta nueva realidad, aprendiendo nuevas habilidades y competencias. En ese esfuerzo, la educación técnico profesional, sea esta media o superior (ETP), debe jugar un rol fundamental.

Estamos hablando de que un grupo importante de actuales trabajadores, jóvenes, y migrantes se verán enfrentados a una realidad que los hará más vulnerables, en la que su condición de ciudadano activo se verá disminuida. En ese contexto, la resiliencia humana como contracara de la vulnerabilidad demanda apoyarlos para que enfrenten mejor los riesgos y los emergentes contratiempos. Esa es una obligación de la sociedad[7]. La educación para toda la vida (Lifelong-Learning LLL), en particular en una formación para el trabajo, constituye una poderosa herramienta para que las personas no arriesguen su participación social como ciudadanos activos en este escenario[8].

Para que la ETP cumpla el rol señalado se hace necesario repensar su realidad en Chile y ajustarla. Por lo pronto, existen, en mi opinión, los siguientes ámbitos en los que se debe avanzar:

  1. Es primordial trabajar muy de cerca con el sector empresarial, con los gremios, definiendo cuáles son las competencias y habilidades que serán requeridas. San Yun Kim, en el mismo paper ya citado, señala que “se puede predecir el incremento de trabajos que se formarán como resultado de la convergencia de diversos conocimientos y dominios”. Recomienda, entonces, enfocarnos en cómo crear más puestos de trabajo en la 4IR más que debatir sobre cuántos empleos se crearán o cerrarán. Con ese fin, es necesario considerar cuáles serían aquellos sectores que crearán más empleos, qué se puede hacer para acelerar el crecimiento en dichos sectores y qué tipo de educación y entrenamiento necesitarán las personas para ejercer eficientemente esas nuevas competencias. Para descubrir esos espacios, es primordial trabajar colaborativamente y de forma transparente con el sector empresarial y gremial no en una mesa circunstancial, sino en una relación continua.
  2. A los estudiantes se les debe formar para trabajar en una economía Gig. Este término –Gig- fue tomado de la jerga de los músicos, del jazz inicialmente, pero hoy se usa para nominar a la forma en que se contactan personas para cumplir una tarea, por encargo, satisfaciendo un requerimiento específico y temporal. La economía Gig favorece esa característica por ello ha ido en aumento. Airbnb y Uber han sido dos ejemplos muy conocidos de muchos que hoy existen. Los trabajos llegarán a ser altamente especializados y segmentados, algunos ejemplos planteados por San Yun Kim son ingenieros en robótica, planificadores de jubilación, diseñadores de recreación en realidad virtual o expertos en cambio climático; es decir, son trabajos que se cubren con conocimientos de múltiples áreas, transdisciplinarios, y que, sin embargo, son más específicos y segmentados. La economía gig incentiva que los trabajos sean subdivididos por ocupaciones y por tipos de sector, favoreciendo que el trabajador satisfaga puntualmente el encargo en un contrato temporal y acotado. Los nuevos trabajadores deberán saber cómo administrar su propio desarrollo profesional, hay que prepararlos para ello.
  3. La estructura de los planes de estudio y el itinerario formativo vigente no se ajusta a los requerimientos del nuevo escenario laboral. La prevalencia de planes de estudio rígidos cuyo objetivo es alcanzar una credencial que no garantiza un determinado conocimiento está disminuyendo, especialmente en la educación superior técnico profesional. Hablamos de flexibilidad. ¿Por qué? la proyección laboral de las personas junto al vertiginoso cambio tecnológico que impacta a casi todas las áreas del conocimiento nos interpela a estar preparados para ofrecer lo que los estudiantes requieren, cuando lo requieren, con resultados muy precisos. Es impensable hoy en día proyectar una trayectoria laboral alejada de una formación continua a lo largo de toda la vida (LLL).

A algunas empresas del sector tecnológico les interesa cada vez menos el título, valoran en cambio qué sabes hacer, qué hiciste y qué competencias manejas en diversos ámbitos. En la actualidad una trayectoria formativa se podría estructurar partiendo con un certificado (no un grado) de negociación y resolución de problemas de negocios que lo imparte en modalidad OnLine una institución en Australia; sigue con un certificado en análisis de datos; luego con un curso en Coursera sobre aprender a aprender y por último un curso de Data Analytics. A una institución que entiende la flexibilidad del mundo actual no le debería ser ajeno que todo ese aprendizaje está siendo reconocido por las empresas y no por la educación formal. Es decir, la educación técnico profesional fuertemente ligada al mercado laboral, a la actividad que allí se ejecuta, deberá ajustarse a esa realidad modular y deslocalizada en las que la educación formal y no formal deberán ser fronteras de fácil tránsito. Hablo de estar disponible para acompañar a los profesionales y técnicos en los requerimientos de nuevos conocimientos que tendrán en su vida laboral: entregarles las competencias que requieren en el momento que lo necesitan. Este esfuerzo tiene múltiples implicancias, por de pronto posibilitar que un modelo curricular admita múltiples entradas y salidas, que se perfeccione la oferta OnLine; mutar la idea básica de un curso de capacitación aislado a otra de aprendizaje modularizado y escalable.

La figura nº1 nos permite visualizar las distintas posibilidades que existen en cuanto formatos. Por ejemplo, en el continuo OnSite a OnLine existen múltiples posibilidades de programas con mayor o menor componente presencial o virtual. Estos programas pueden ser estructurados en una educación formal[9], esto es un programa conducente a un título reconocido, entregado por una institución de educación superior; o en su defecto en un programa de corta duración, tipo capacitación o diplomado, entregado por una entidad capacitadora o por la misma institución. Las instituciones de educación superior técnico profesional en Chile han ofrecido típicamente programas situados en el cuadrante “A” casi en su totalidad presencial (OnSite). También se ofrecen programas de corta duración situados en el cuadrante “C”. Es altamente recomendable que las instituciones de educación técnico profesional avancen hacia una oferta que abarque todos los cuadrantes (figura “ABCD”) con fácil y articulada transición desde un cuadrante al otro. Con ello se lograría que el estudiante pueda avanzar y estudiar en base al ritmo que le acomode.

Figura nº1: cuadrantes de posibilidades formativas

Existen varias alternativas que han surgido para hacer frente a la escasez de talentos en esta transformación digital en el que la clasificación industrial existente es insuficiente y los programas educativos tradicionales no estás satisfaciendo. Uno de ellos son los “P-Tech School[10]. Se trata que los estudiantes obtengan anticipadamente un diploma de educación superior que sea reconocido por la industria y que gane experiencia laboral relevante. Las escuelas, de la mano con la industria, crean un programa que les permite adquirir las competencias académicas, técnicas y laborales que se necesitan. En la actualidad existen 200 P-Tech schools con más de 100.000 estudiantes en 18 países. En seis años, desde el nivel 9 al 14, los estudiantes obtienen un grado gratuito en ciencia aplicada, ingeniería, computación u otras competitivas disciplinas STEM. Esto les permite continuar sus estudios o entrar al mercado laboral en trabajos conocidos como “new collar”. Estas son posiciones en las industrias de más rápido crecimiento. Por ejemplo, existen 30 graduados de P-Tech trabajando tiempo completo en IBM en distintas ciudades de EEUU. En julio de este año (2019) IBM y el ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires inauguraron el primer P-Tech de Argentina, siguiendo a Colombia, el primer país latinoamericano en adoptar el modelo.

Otra iniciativa interesante la constituye NYC Tech Talent Pipeline[11]. El llamado ecosistema tecnológico de Nueva York está integrado por diversas empresas las que ofrecen alrededor de 320.000 empleos y 30 billones[12] de dolares al año en salarios. Estas compañías no pueden llenar sus vacantes con candidatos calificados. Para enfrentar esa realidad el alcalde de Nueva York, junto a instituciones educativas y las empresas que componen el ecosistema tecnológico han ideado esta iniciativa para satisfacer la demanda por talento. Esta incluye “bootcamps” tecnológicos que ofrecen una educación acelerada sin que sea conducente a un grado académico. Estos programas intensivos tienen una duración de 12 a 22 semanas con enfasis en las especialidades más demandadas. El éxito del programa ha sido notable siendo Nueva York la ciudad que más bootcamps ofrece en Estados Unidos.

  1. En Chile, las políticas públicas deberían observar la realidad que he descrito y evitar ir contracorriente. Dos ejemplos, primero observemos la gratuidad: está centrada en favorecer la consecución de programas en un tiempo rígido e inflexible y solo presenciales. Es decir, no admite el tránsito entre la educación formal y no formal, ni el uso de diversas plataformas; por ende, no apoya a los estudiantes de la ESTP para que sigan sus propios ritmos de aprendizaje y para que las instituciones ofrezcan programas flexibles. Segundo, corresponde a los procesos de acreditación: se sigue aplicando categorías universitarias para evaluar una formación que en su esencia debe ser distinta. La Unión Europea ha definido agendas de desarrollo estratégico diferenciadas para la educación universitaria y el técnico profesional, sistemas de aseguramiento de la calidad que responden y atienden categorías propias. Se ha asumido que ambas formaciones -la universitaria y la que llaman VET- corresponden a esferas distintas que deben complementarse en un horizonte de excelencia mutua. Las políticas públicas deben ajustarse a la realidad que estamos viviendo y que se acentuarán en el futuro próximo. Por de pronto, no podemos seguir mirando la ESTP desde la universidad.

Como hemos visto, es indudable que los ajustes en el mercado laboral como consecuencia de la 4IR y de la transformación digital desafían fuertemente a la educación superior técnico profesional. Lo más relevante, en mi opinión, es ocuparnos de aquellos trabajadores a quienes este escenario los hará más vulnerables, quienes corren el riesgo de dejar de ser ciudadanos activos. Ante ellos lo que no podemos hacer es seguir el ejemplo de Bartleby y decir “I would prefer not to[13]”.

 

 

 

[1] Frey, Carl Benedikt and Osborne, Michael A. (2013). The future of employment: How susceptible are jobs to computerization? Publicado en Technological Forecastings & Social Change nº 114 (2017) 254-280.

[2] PwC. (2018). Will robots really steal our jobs? An international analysis of the potential long-term impact of automation.

[3] McKinsey (2017). A future that Works: automation, employment, and productivity.

[4] Harari, Yuval Noah. (2018). 21 lecciones para el Siglo XXI. Debate.

[5] Oppenheimer, Andrés. (2018). Sálvese quien pueda. El futuro del trabajo en la era de la automatización. Debate.

[6] Sang Yun Kim. (2019). The Fourth Industrial Revolution: Trends and Impacts on the World of Work. Publicado en S. McGrath et al. (eds.), Handbook of Vocational Education and Training, (2019). 177-194.

[7] EduMAP (2017) Adult education as a means to active participatory citizenship: a concept note.

http://blogs.uta.fi/edumap/2017/08/21/adult-education-as-a-means-to-active-participatory-citizenship-a-concept-note/

[8] Natasha Kersh and Nathalie Huegler. (2019). Facilitating Lifelong Learning Through Vocational Education and Training: Promoting Inclusion and Opportunities for Young People in the UK. Publicado en S. McGrath et al. (eds.), Handbook of Vocational Education and Training, (2019). 1072-1084.

[9] La educación formal se imparte en establecimientos educativos aprobados y en una secuencia regular de ciclos lectivos, con sujeción a pautas curriculares progresivas y conducentes a grados y títulos, a esta pertenecen la educación preescolar, básica, media y superior.

La educación no-formal es la que se ofrece con el objeto de complementar, actualizar, suplir conocimientos y formar en aspectos académicos o laborales sin sujeción al sistema de niveles y grados establecidos para la educación formal.

[10] Ver http://www.ptech.org/how-it-works/the-model/

[11] Ver http://www.techtalentpipeline.nyc

[12] Billones americanos

[13] “Preferiría no hacerlo”. Recomiendo leer este cuento en el original o en su defecto la traducción del maestro Jorge Luis Borges.