¿Afectará de forma distinta la pandemia a las instituciones públicas y privadas de educación superior en Chile?
mayo 21, 2020

A propósito de la crisis sanitaria global del COVID19, el profesor de State University of New York (SUNY) at Albany, Daniel Levy, el mayor experto mundial en educación superior privada, hizo circular entre varios colegas interesados en el tema, situados en los cinco continentes, la siguiente pregunta: ¿está teniendo o irá a tener la pandemia un impacto diferente en la educación superior privada que en la pública?

La pregunta puede sonar estéril en Chile, pero tiene mucho sentido en la escala global, ya que en todo el mundo la educación superior privada y la pública son muy diferentes. Típicamente, por ejemplo, las instituciones privadas no reciben subsidios del Estado y se financian casi exclusivamente a través de los aranceles que pagan sus estudiantes. Por el contrario, las universidades estatales suelen ser gratuitas, o bien, especialmente desde la irrupción del financiamiento compartido en los ’90, se financian principalmente a través de subsidios fiscales, a los que se suman ingresos por venta de servicios, y en el mundo angloamericano, aranceles. Así, la crisis económica incubada por el coronavirus perturbaría de modo diverso a uno y otro sector: a las instituciones privadas afectaría la caída en el cobro de aranceles, mientras que a las estatales tocaría enfrentar recortes en los presupuestos fiscales, producto de una menor recaudación tributaria y de reasignaciones de dineros al sector salud y a la reactivación económica.  En Filipinas, por ejemplo, mientras que al sector privado acechan las dudas de su capacidad de adaptarse a clases online y de sobrevivir con la caída en aranceles, las estatales van a ser afectadas por la suspensión del programa de gratuidad, introducido hace poco por el gobierno de Rodrigo Duterte, por reasignación de sus fondos al sector salud.

En efecto, entre las respuestas de los colegas al Dr. Levy se advierte una preocupación por la sostenibilidad financiera de las instituciones que dependen del flujo de aranceles y que no reciben aportes estatales, por ejemplo, en Argentina, Etiopía, o Israel. El panorama en Vietnam es algo diferente, por el efecto secundario de que en ese país todas las universidades privadas son empresas con fines de lucro y pueden postular a los fondos gubernamentales de alivio a la empresa privada, en cambio las universidades estatales no pueden acceder a ellos. Un beneficio similar existe en Francia para organizaciones privadas con y sin fines de lucro, incluyendo universidades.

Una ventaja del sector privado, en términos de ajustarse a la recesión, podría radicar en que sus instituciones pueden más fácilmente reducir dotaciones y remuneraciones que las universidades estatales, las que, en muchos países, además de garantías de estabilidad en el empleo, tienen poderosos sindicatos de docentes y funcionarios, como en Brasil. Pero también ha ocurrido, en Etiopía, que mientras las universidades privadas acordaron una reducción de 25% en los cobros de arancel, el gobierno ha decretado la prohibición de que ellas despidan a sus empleados. Ello ya se ha traducido en cierres de programas y sedes privadas. En Japón las instituciones privadas también están bajo presión de disminuir aranceles, ante lo cual ellas han reaccionado flexibilizando los calendarios de pago.

Por otro lado, las instituciones estatales, usualmente de mayor prestigio y menores aranceles, debieran verse menos afectadas por una caída generalizada de la matrícula, si es que los estudiantes optan por ellas en un escenario de contracción o incertidumbre económica. Aunque sobre este punto, algunos de los académicos consultados expresaron dudas de que vaya a verificarse una caída en la demanda, ya que en anteriores crisis de desempleo muchos jóvenes han optado por educarse en lugar de buscar trabajo, por ejemplo, en Japón y Vietnam.

Otra cuestión surgida en este foro epistolar es la capacidad de migrar a la enseñanza no presencial. El caso de la Universidad de Buenos Aires, que suspendió su inicio de año académico hasta junio para “cuidar la salud y la calidad de la enseñanza”, es un símbolo en esta materia. La medida no fue imitada por otras universidades públicas argentinas, pero dejó instalada la duda de si el gigante universitario porteño no quiere o no puede reemplazar la enseñanza presencial por modalidades a distancia.

¿Tienen mayor capacidad de hacer este cambio las instituciones privadas? Hay razones para pensar que sí: las decisiones en ellas se adoptan de modo vertical y más rápidamente, sin mayor deliberación de las comunidades académicas y estudiantiles, y la interrupción del servicio educativo acarrearía letales fugas de estudiantes, o al menos, masivas cesaciones de pagos. Desde este punto de vista, las instituciones que dependen de aranceles para sobrevivir no tienen otra opción que transformar su docencia.

Pero lo que es necesidad no necesariamente se refleja en buenos resultados. Si bien el desarrollo de los últimos 30 años del mundo privado en educación superior ha fortalecido a muchas universidades, al punto de ubicarse hoy en un pie de igualdad en solidez y calidad respecto de las universidades estatales, todavía subsisten miles de instituciones de “absorción de demanda”, como las llamó Levy, de bajos aranceles, con estudiantes provenientes del quintil de más bajos ingresos, profesores contratados por hora de clase, y muy precarias en general. No sólo carecen ellas de la infraestructura para poner sus clases en línea, sino que además sus estudiantes no tienen los medios para conectarse.

También se mencionó en esta conversación el impacto del coronavirus en la reducción de la movilidad internacional de estudiantes, cuestión especialmente relevante en Asia, por el flujo de estudiantes chinos hacia otros países de la región, Oceanía, Canadá y Francia.

¿Es relevante para el caso chileno la pregunta del profesor Levy? El lector juzgará, pero a primera vista, parece que no habrá diferencias en cómo la pandemia afectará al sector privado y al sector público. Las instituciones en uno y otro ámbito han llegado a tener más similitudes que diferencias, en todos los ámbitos discutidos arriba. La homogeneidad público-privado en la educación superior chilena, una característica excepcional de Chile en el concierto internacional, ya destacada por el mismo Daniel Levy hace más de 30 años, no ha hecho más que fortalecerse en la última década. Nuestra reacción a la pregunta es testimonio de ello.